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Construir una nación sin Dios
CARLOS MARTÍNEZ GONZÁLEZ | MARZO, 2020
La violencia, los saqueos, la falta de equidad y espíritu anárquico es una evidente manifestación de la rebelión a Dios y del vacío existencial; pues vivimos con una pérdida impresionante del principio de autoridad y otros males que revelan un síntoma de descomposición moral.
Mirar la historia humana en la Biblia es verla desde la perspectiva de la caída. El hombre usa mal las facultades que ha recibido. Por eso que todo lo que el hombre construye, su misma realización, lo destruye con el paso del tiempo.
La Biblia nos habla del fratricidio como una realidad de la conducta humana (Génesis 4:1 -24). En los versículos finales está presente el deseo de venganza, de tomar revancha de males reales o imaginarios. El propósito de Dios siempre ha sido que los pueblos vivan en paz y armonía. “Tenía entonces la tierra una sola lengua y unas mismas palabras” (Génesis 11:1). Había entendimiento, comunicación y vivían en comunidad. Había prosperidad, contentamiento y todo marchaba sin mayor inconveniente. Pero el mismo hombre, quien se había forjado un buen vivir, por su tendencia hacia la venganza y apostasía moral destruye su propia seguridad.
Hay cosas relevantes en este pasaje, primero adquieren una casa, idearon planes de trabajo y fueron prosperados. “Y se dijeron unos a otros: Vamos, hagamos ladrillo y cozámoslo con fuego. Y les sirvió el ladrillo en lugar de piedra, y el asfalto en lugar de mezcla” vs. 3. Dentro de lo bien que estaban hicieron cambios que significaría mayor comodidad. Hasta aquí los cambios eran sanos y de evidente progreso.
La tercera razón que aflora es de prestigio. “Hagámonos un nombre” vs.4. Estas personas estaban centradas en sí misma, con soberbia en su corazón. Subestimaron a Dios y se rindieron pleitesía. Los hombres y mujeres de Babel estaban renuentes a cambiar, se habían unido en contra de la voluntad del Hacedor. “Y nada les hará desistir ahora de lo que han pensado hacer” vs.6c. Entonces Dios los confundió. La única manera de encontrar verdadera identidad es cuando nos identificamos con los planes del Dios de la Biblia. Por eso cuando no se tiene del hombre una noción espiritual y trascendente, el mensaje del evangelio es negado o fundamentalmente distorsionado. El espíritu ideológico que se está moviendo en este siglo XXI radicalmente rechaza la idea de que el hombre esté ordenado a un destino eterno.
Esta historia es un recordatorio de la razón de vivir en obediencia a Dios y sus mandamientos, y poner en él todo lo que hacemos, esperamos y teniendo certeza que nuestro socorro viene de Jehová. Creer tener un país mejor sin Dios y sin su Palabra es difícil, sólo el Señor puede hacernos obrar en generosidad y respeto, amor y tolerancia, trabajo y recompensa, justicia y verdad, paz y gozo, misericordia y rectitud.
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